Friday, August 20, 2010

RIBEYRO: Cuando los esfuerzos se congelan

En su libro de entrevistas a destacados periodistas de la prensa y la televisión, Rajes del oficio, Pedro Salinas (Lima, 1963) sostiene un interesante diálogo con Mario Vargas Llosa. ¿Qué le entristece del Perú?, le preguntan al autor de Viaje a la ficcióny éste responde que, por lo general, el peruano se inhibe, no en uno, sino en todos los campos: “El peruano carece de entusiasmo. Somos un país que carece de entusiasmos. Nuestros entusiasmos son totalmente pasajeros, y muy inmediatamente seguidos del desaliento, de una falta de continuidad”. Luego, Salinas utiliza un término muy futbolero (ese que dice que, la tocamos, a veces jugamos bonito, pero nunca hacemos goles) para seguir dándole cuerda al novelista: ¿el peruano no culmina? Vargas Llosa recurre a una imagen muy limeña, pero no exclusiva de la capital; es algo que todos vemos a diario –sobre todo cuando el avión está a punto de partir o aterrizar y el mar de hogares inacabados y edificios amorfos se apodera del panorama–, una postal que se extiende de Piura hasta Tacna, algo que todos podemos apreciar si nos damos una vuelta por cualquier rincón de Arequipa: “En ninguna ciudad del mundo como en Lima hay tantas construcciones empezadas y que luego son abandonadas. Para mí eso es un poco el reflejo de la sensibilidad nacional. Después del esfuerzo inicial surge la inhibición, que es una falta de convicción que paraliza. Entonces, el Perú está lleno de peruanos que iban a ser escritores, y no fueron. Peruanos que iban ser pintores, y no fueron. Peruanos que iban a ser músicos, y no fueron. Peruanos que iban a ser extraordinarios abogados, y no fueron. ¿Por qué? Porque en el camino, como se inhibieron, perdieron el impulso, perdieron el entusiasmo. Los esfuerzos se congelan. Es una sensación que a mí me desmoraliza y me entristece muchísimo”. Y seguramente que, como buen peruano, siento que, hoy por hoy, perdí el impulso, que me paralicé, que renuncié a cambiar. Puedo quedarme sin aliento, pero tengo que seguir leyendo; y, así, volví a Ribeyro. No debí hacerlo.Ya es harto sabido que Julio Ramón Ribeyro es uno de los maestros en la cuentística peruana y latinoamericana (recibió el Premio Internacional Juan Rulfo, meses antes de morir); pero releer sus cuentos es, casi siempre, volver a encontrarse con dolorosas metáforas de esas construcciones empezadas y luego abandonadas o distorsionadas para resultar siendo contrahechas: pobres diablos derrotados por la rutina o por la falta de fortuna, autoestima o coraje. Peruanos que, como nuestros delanteros, no culminan: se quedan en el intento, en la puerta del arco rival. Si desean conquistar a una mujer entonces sufren feroces traspiés, si quieren ser prósperos empresarios siempre hay algo que los lleva a la quiebra; y, si solamente quieren escapar, no pueden. Se petrifican. ¿Azar o destino? Las dos cosas. O ninguna. Ribeyro es un cuentista que como pocos pinta con sobriedad esa sensibilidad nacional de la que habla Vargas Llosa. ¿Qué pasa cuando los esfuerzos se congelan? Se vive a medias, casi sin alma, deambulamos por aquí y por allá sorbiendo raciones generosas de mediocridad confundidas con impotencia o indiferencia.Mientras termino estas líneas me detengo un instante, miro por la ventana porque el ruido de la calle me hace perder la concentración (y creo estar en mi casa): allá, al frente, todo es puro ladrillo. ¿No alcanzó para el estuque? ¿No se animaron a pintar la casa? La pregunta es estúpida (frívola hasta las nubes) si pensamos que hay, desde luego, otras prioridades. Quisiera ir, tocar esa puerta y preguntarle a mi vecino el por qué nunca terminó de construir su casa. Descubro entonces que yo no tengo casa. Ni siquiera un ladrillo: sólo una ruma de libros. Libros: unos, garrapateados, resaltados, estragados como los personajes de Ribeyro; otros, intactos, durmiendo el sueño de los justos, esperando… como los personajes de Ribeyro.La parálisis me invade, los esfuerzos se congelan. Por suerte, ya terminé de escribir esta columna. O lo que es peor, la hice a medias, como queriéndole rendir un inusitado homenaje a Ribeyro: convirtiéndome en uno de sus personajes… Tal vez lo he sido siempre (“un personajillo”, diría Michael Corleone con una mueca de rotundo desdén). Sí, un personajillo. Hay que ser hidalgos y reconocerlo, aun a riesgo de que Vargas Llosa se decepcione… una vez más.
Orlando Mazeyra Guillén
Miami, agosto de 2009.

Tuesday, November 13, 2007

FIAT LUX


Por Mario Salazar Lafosse (*)
http://fiatluxxx.blogspot.com/2007/11/crtica-dos-cuentos.html

El escritor peruano Orlando Mazeyra (Arequipa, 1980) me envía dos cuentos de su primer libro, Urgente: necesito un retazo de felicidad (Bizarro Ediciones, Lima), para que le dé mi critica y comentario sobre ellos, y la verdad que vale la pena leerlos.

El primero, que lleva el nombre del libro mismo “Urgente: necesito un retazo de felicidad”, en el personaje principal, al inicio, me parece que está hablando de un abuelito tierno y solitario que hace su rutina como cualquiera, sin embargo, luego pasa a hacerme recordar a Ebenezer Scrooge del Cuento de Navidad de Charles Dickens, y en esa jugada magistral de hacerlo caer en el retacito de corazón me parece que se le da una buena lección.

En el otro cuento, “3:15 p.m.”, se va de lo misterioso, a lo cómico, a lo espeluznante que te suceda, y termina en una lección para los incrédulos. Ambos cuentos terminan siempre con un cálido cierre amistoso para el lector y no deja nada en el aire. Particularmente, me impresionó más el segundo cuento por el desencadenamiento de los descubrimientos que se suceden por boca del hombre y la hora.

El inicio del cuento primero me gustó más por sus descripciones que te ubican bien en el lugar en que te encuentras y el final, por supuesto, lo hace completo, redondo y una buena elección para encabezar el libro de cuentos. Sinceramente, se presentan como cuentos bien escritos y definidos.

(*) Comunicador social y periodista de profesión de la Universidad de San Martín de Porres, bilingüe, amante de la literatura, cinéfilo, 10 años de experiencia en artes marciales y deportes de combate.

Imagen: Charles Dickens

Saturday, September 29, 2007

El único proyecto que tengo claro es el de no morirme nunca...


Entrevista en la Revista Literaria REMOLINOS

(Setiembre 2007)

___



-¿Desde cuándo comenzó a escribir? ¿Por qué?



-Mi afición por la escritura tiene dos partes que, para mí, están muy bien diferenciadas. Cuando empecé la secundaria me convertí en un fiel lector de una revista deportiva argentina, El Gráfico, que me impulsó a escribir sobre fútbol. En ese entonces sólo me importaba la crónica deportiva, el análisis de partidos, la historia de los mundiales y las entrevistas a leyendas del fútbol. Está claro que, por esos días, mi intención era dedicarme al periodismo deportivo. Pero, luego, en la universidad empecé a leer libros de Eduardo Galeano, Oswaldo Reynoso, Vargas Llosa y García Márquez. Al parecer, en medio de esas lecturas, empecé a abrir los ojos (o terminé de abrirlos, no lo sé, nunca lo sabré) y me encontré con mi verdadera vocación. Hablo un poco de eso en mi cuento ¿Conoces a Macial Mena? que, sin duda, es bastante autobiográfico; escrito con "honestidad brutal", diría Andrés Calamaro.

-¿Qué es para usted ser escritor?


-Considerarme "escritor" sería muy pretencioso de mi parte. Cada vez que me hablan de lo que significa ser escritor me vienen a la cabeza los escritores totémicos, comprometidos con el oficio, como es el caso de Vargas Llosa, quien opina de todo, en todos lados y casi todos los días. Por eso recuerdo que, alguna vez, García Márquez dijo que este oficio –el de escritor, por supuesto– es de galeotes y no de diletantes. Pues bien, admiro y admiraré a los galeotes como Ben-Hur, pero debo declararme un diletante. Y pongo especial énfasis en este adjetivo porque mi blog lleva un subtítulo que seguramente me define "Manuscritos de un Diletante" . Soy eso y nada más que eso: un diletante. Cultivo la escritura, y me intereso por la literatura, pero como aficionado y no como profesional.

-Cuéntenos sobre su vida, sus obras, sus proyectos, su actividad literaria.

-Nací en Arequipa y hasta ahora no me muevo de acá. Mi primera ficción la terminé de escribir a fines del año 2003, con ella gané un concurso en Lambayeque, y luego publiqué esa novela corta en una editorial digital de Buenos Aires gracias al proyecto NAE que subsidió los costos de la publicación.
Posteriormente, he publicado algunos cuentos en diferentes revistas literarias virtuales hasta llegar a elaborar un libro de cuentos que mandé a la imprenta en Lima, a principios de este año. Talvez tengo muchos proyectos, algunos confesables, otros no tanto; pero seguramente me siento –todavía– incapaz de emprenderlos. Simplemente quiero escribir, algo tan difícil y a la vez tan sencillo. El único proyecto que tengo claro –y que tomo muy en serio– es el de no morirme nunca, aunque lo abortaré algún día… y espero, como Woody Allen, no estar ahí cuando eso suceda.

-¿Cómo define el estilo de su narrativa?

-No cuento con las herramientas pertinentes como para atreverme a definirla. Intuyo que una de las razones por las que escribo historias es por ese desmedido afán de que otros me definan, me describan. Es más: no tengo un estilo, quiero que otros me lo encuentren. Es obvio que para que esto suceda necesito lectores. Conclusión: no escribo para mí mismo ni para que me quieran más, sino para tener lectores.

-¿Cómo ve la Narrativa de estos últimos años?

-Acá, en el Perú, vivimos una especie de "boom" narrativo bastante saludable que encabezan escritores como Santiago Roncagliolo o Daniel Alarcón. Hay, además, muchas editoriales alternativas que publican a escritores noveles como yo, lo cual me resulta plausible.

-¿Qué autores influyen en su obra?

-Ni muchos ni pocos. Vargas Llosa en primer lugar. Luego vienen Julio Ramón Ribeyro y sus inolvidables relatos. Oswaldo Reynoso, un escritor que me ayudó mucho y que admiro sobremanera por su elevado compromiso literario. Sábato me cambió la vida, lo mismo Albert Camus. Siempre vuelvo a los textos narrativos de Mario Benedetti, pues sus relatos y su novela La tregua me han marcado en muchos aspectos. También tengo presente a Luis Loayza, el Nobel sudafricano Coetzee y a otros tantos que seguramente ahora no recuerdo.

-¿Cree que el escritor es un ser obsesivo?

-Es muy difícil decirlo. Si lo digo a cuenta propia tendría que responder afirmativamente sin dudarlo. Yo sí me considero un escritor obsesivo porque cuando empiezo a crear historias siempre vienen a mí ideas fijas que con tenacidad me envuelven.

-¿Cuál es el fin que desea lograr con su escritura?

-Vencer a la muerte de una manera simbólica sería el fin central, medular. Quedan agazapadas, escondidas en mi frondoso arbusto creativo, otras intenciones como el vencerme a mí mismo: corregir mi vida, aplacar mis sinsabores, explorar otras vidas (las que me fueron negadas), joder a Dios y dar rienda suelta a mis tentaciones. También busco menguar mis inseguridades, una de ellas se sostiene en base a esta misma interrogante que intento responder: ¿Por qué escribo? ¿Para saber quién soy o para descubrir quién quisiera ser?

-Dentro de su producción literaria, ¿Qué obra elegiría usted por optar en una en especial?

-Bueno, recién acabo de publicar mi primer libro, así que no tengo mucho para escoger. De entre mis cuentos elegiría al que le da título al libro, Urgente: Necesito un retazo de felicidad y 3:15 p.m.

-¿Cómo ha cambiado su lenguaje a los largo de los años?

-Más que con los años, el lenguaje cambia, creo, con las buenas lecturas. Si hoy devoro un clásico seguramente mañana mi lenguaje tendrá muchas variantes. Es por eso que cada vez que termino un libro importante me siento enriquecido en todos los aspectos. El cambio es tácito, pero no tangible ni mensurable, por lo cual no me atrevo a responder.

-¿Es necesario que el escritor sea un hombre comprometido?

-Desde luego. El compromiso con el arte debe ir de la mano con el compromiso con la sociedad y el ciudadano de a pie.

-¿Qué libros nos recomendaría leer?

-El pez en al agua de Vargas Llosa, Otras tardes de Luis Loayza, El túnel de Sábato, La tregua de Benedetti, Los inocentes de Oswaldo Reynoso. Infancia de Coetzee, Antes que anochezca de Reinaldo Arenas, El coronel no tiene quién le escriba de García Márquez, El extranjero de Camus, La palabra del mudo de Julio Ramón Ribeyro. La casa verde, Conversación en La Catedral, La tía Julia y el escribidor, El paraíso en la otra esquina, también de Vargas Llosa, La isla del tesoro de Stevenson, etcétera.

-¿Qué hace antes de escribir?

-Trabajar.

-¿Cómo ve usted hoy por hoy la industria editorial? ¿Como autor qué soluciones le daría a este problema?

-La industrial editorial en las provincias del Perú es casi un páramo, las escasísimas excepciones no hacen más que confirmar la regla. La producción literaria en el interior del país no llega a Lima, y si llega con denodados esfuerzos, es ignorada olímpicamente. Si no escribes desde Lima o pensando en Lima estás condenado al, si cabe el término, ostracismo literario: al destierro (y en el mejor de los casos a la indiferencia) del circuito editorial capitalino. El escritor provinciano es (salvo raras excepciones), el réprobo por antonomasia en un oficio que ya es de réprobos; es la pluma que no tiene acceso a un tintero teñido de centralismo (la literatura lamentablemente tampoco puede mantenerse indemne de los vicios que dictan que el Perú es Lima, y que Lima es el Perú).

-¿Cree en los concursos o certámenes literarios?

-He escuchado y leído mucho acerca de supuestas componendas y de una falta de limpieza en los grandes certámenes literarios, a pesar de todo eso sigo creyendo en estos eventos porque son la mejor oportunidad para los escritores noveles de darse a conocer.

-¿Qué opina de las nuevas formas de difusión literaria por Internet como revistas literarias, blogs, páginas sobre literatura?

-Internet y los blogs en especial me generan sentimientos encontrados. Yo, sin radicar en Lima y sin formar parte de la movida cultural de la capital, he visto, a la distancia, cómo se manejan las cosas y he sido, ojalá me equivoque, carne de cañón en algún caso. Y digo esto porque publiqué en Lima y, al poco tiempo, recibí una crítica excesiva que, en un primer momento, creí honesta, pues entiendo que no a todos les tiene que gustar mis historias; pero después descubrí que todo no había pasado de ser un ajuste de cuentas con mi editor. Esto me llenó de tribulaciones y lamentos. Estaba decepcionado y por eso le escribí a un escritor recorrido y reconocido, para recibir sus consejos. Acá, en las esferas culturales del Perú, si eres amigo del enemigo de alguien, pasas como por arte de magia a ser también su enemigo. Yo quiero demostrar que las cosas no deben ser así y por eso doy mi testimonio. Es célebre la enemistad o animadversión entre Oswaldo Reynoso (mi mentor y corrector de mis manuscritos) y Fernando Ampuero. Eso vendría a condionarme pavlovianamente y a convertirme en enemigo de Ampuero. Pues bien, yo recurrí al segundo y sus palabras fueron tan edificantes y motivadoras que hasta hoy las agradezco, es por eso que acá, copio, a modo de reflexión, una de sus atingencias: "No le hagas caso a los insultos de la blogósfera. El blog es de veras un medio maravilloso, pero también un imán de infamias y sandeces. Si a Shakespeare le hubiera tocado nacer en estos tiempos, lo más seguro es que hace rato lo hubieran mandado a parir".

-Por último: ¿Desea agregar algo más?
-Agradezco a la Revista Remolinos por esta entrevista.

Sunday, April 08, 2007

Mazeyra: autor de raza

La narrativa de Orlando Mazeyra Guillén es muy fresca. "Urgente: necesito un retazo de felicidad" es un libro bien escrito. Aunque hay que aclarar qué significa "escribir bien", porque la gente cree que basta con tener un buen argumento para escribir un cuento; pero no se trata de eso. La literatura es un arte que se hace con palabras, y lo que se le debe exigir a un cuentista es que maneje bien su lenguaje y le dé sentido artístico a sus historias. Si no hay ese sentido artístico, el autor nos puede contar las historias más maravillosas del mundo (con las mejores técnicas narrativas del mundo), pero no es un creador.
En el libro de Mazeyra sí hay belleza: belleza en el uso de la palabra. ¿Y cómo se adquiere esa belleza? Es un misterio que, hasta el momento, ninguna ciencia –ni la psicología ni la sociología ni nadie– ha descubierto. ¿Por qué Picasso comienza a pintar y sus obras tienen ese valor? No se sabe. Y belleza es lo que yo he encontrado en los relatos de este libro.
Hay que recordar que cuando un escritor publica un libro con varios relatos, el lector puede toparse con diversos temas, en donde, por más esfuerzo que se haga, no se encuentra, no se identifica al escritor: es lo que yo llamo "florilegio" (la lectura del relato no nos dice nada en relación con el autor). Ésta no es una propuesta –consciente– del autor, sino, más bien, es el resultado de la concepción que el autor tiene del mundo, de su vida y del arte: lo que da unidad a un libro de cuentos con diferentes temas. Y, ¿cómo podríamos señalar esta concepción del mundo de Orlando Mazeyra? Repito, el autor no es consciente; pero, de pronto, en un relato aparece una frase que le da significado a todo el libro, y dice lo siguiente: "… si me pongo en su lugar, pienso que sería genial estar loco… para no ver la realidad o para verla con otros ojos…" (pág. 26). Este el fundamento del autor: sería genial estar loco para no ver la realidad o para verla con otros ojos. Y, efectivamente, en estos cuentos se ve la realidad (o con locura, o con otros ojos).
Pero, también, hay un relato corto que nos da la clave íntegra de la concepción del autor, de lo que quiere transmitir en este conjunto de historias, pues una lectura un poco ligera puede dar la impresión de que él toma diferentes temas. Pero, en el fondo, todo buen autor, toma temas centrales (con diferentes personajes y con diferentes situaciones). Ese otro relato que nos da la clave de lo que el autor nos quiere decir a través de todas las historias se llama " La Talega", y dice:
"Ese anciano de mirada perdida siempre camina arrastrando una pesada talega color cereza. Los cuentistas del vecindario dicen que adentro lleva tres enormes espejos. Dos de ellos ya están rotos: el primero lo rompió cuando descubrió su primera arruga; y el segundo fue a parar al suelo cuando contempló su primera cana. El tercer espejo sigue intacto… algunos arguyen que su avanzada ceguera le impide dar cuenta del último espejo. Yo creo que se romperá cuando el viejo esté cara a cara con la Muerte" (pág. 57)
"La Talega" es un hermoso y muy profundo relato corto, en el cual se sintetiza la intención artística de Orlando Mazeyra; intención que los lectores podrán encontrar al leer los otros relatos. Y, porque, además, hay historias que a uno, efectivamente, lo dejan en suspenso: son relatos abiertos (en donde el uno puede encontrar diferentes finales). No todos los cuentos de este libro tienen un argumento cerrado, sino que la historia se abre y es un estímulo para la imaginación del lector.
En este libro hay historias con algunos elementos absurdos –aparentemente absurdos– que le dan sentido a una vida; como en el caso específico del último relato, que es el que le da título al libro: " Urgente: necesito un retazo de felicidad". Cuando se lee ese relato, se siente, al final, una gran conmoción; que es precisamente lo que logra un autor de raza cuando se introduce en esta aventura de la escritura.
Oswaldo Reynoso
Lima, 8 de marzo de 2007
Publicado en el diario El Pueblo de Arequipa el 23 de marzo de 2007.

Tuesday, March 06, 2007

“Creo que es el temor a la muerte lo que, de manera determinante, me ha lanzado a la escritura”

Orlando Mazeyra (Arequipa, 1980) hace su debut literario con un sugestivo libro de relatos llamado Urgente, necesito un retazo de felicidad. En los textos de Mazeyra están rubricados dos componentes esenciales que todo aquel que quiera ser escritor debe tener: talento y formación.
Entrevista de Gabriel Ruiz-Ortega
Los cuentos que dan forma a tu primer libro ya han aparecido en otras ocasiones. ¿Cuánto tiempo te deparó la concepción en formato de libro?

Bueno, cada vez que termino de escribir una historia, hay algo en mi interior que me invita a deshacerme, a liberarme de ella; quizá por eso, desde que empecé a escribir, adquirí la costumbre de, una vez finalizadas, desperdigar mis historias en diversas páginas literarias de internet: la revista El Hablador, por ejemplo, albergó a uno de mis primeros relatos ("El diccionario de los recuerdos", que, curiosamente, no aparece en el libro a pesar de ser uno de los que más estimo); el Proyecto Sherezade tiene un par de mis narraciones (pero me costó un triunfo publicarlas porque cuenta con un comité de lectura bastante exigente); Letralia, el Proyecto Quipu de Gustavo Faverón y la bitácora Gambito de Péon de Ricardo Sumalavia son, entre otros, los sitios virtuales en donde he publicado algunas de mis historias.

Leyendo tu libro es evidente que el desamor y el amor son los dos grandes temas de "Urgente: Necesito un retazo de felicidad". ¿Concuerdas con mi apreciación o hay otro tema saltante?
En verdad, no sé si el amor y el desamor son los grandes temas de mi libro, quizá todavía no me he percatado de ello. En todo caso, sí son dos temas que me asedian constantemente: he escrito acerca del amor sin conocerlo, y he escrito sobre el desamor estando enamorado, o creyendo estarlo. Pero la Muerte es, si no el que más, uno de los temas que más me persigue. En el cuento "Ella siempre está", por ejemplo, el título habla de la Muerte y su de su presencia permanente en mi vida. La Muerte es, también, el tema central de uno de los microrrelatos del libro: "La Talega".
Creo que es el temor a la muerte lo que, de manera determinante, me ha lanzado a la escritura. Yo, al igual que el maestro Onetti, cuando era todavía un muchacho tuve un descubrimiento terrible; descubrí que todas las personas que yo quería iban a morirse algún día, de esa impresión no me he repuesto todavía. Por suerte, ahora puedo abrir el primer ejemplar de mi libro, que salió hace pocos días de la imprenta, y en esas páginas encuentro -más que frases elaboradas o historias memorables- una victoria simbólica: mi revancha ante la muerte... mi primera revancha, porque, sin duda, vendrán más. Puedo morirme mañana pero quedarán mis historias, invictas, esperando a un lector que talvez no llegue... pero si llega le habré ganado otra vez a la muerte. Lo que trato de decir es algo que ya dijo en alguna ocasión Reinaldo Arenas: la muerte siempre ha estado muy cerca de mí; ha sido siempre para mí una compañera tan fiel, que a veces lamento morirme solamente porque entonces talvez la muerte me abandone para siempre.

En el cuento Ella se sabe gorda proyectas un tema muy poco tocado en narrativa últimamente, o sea, la superficialidad. ¿Te fue difícil abordar un personaje femenino?
Vivo rodeado de mujeres, eso me ayudó no sólo a construir el personaje, sino a convertirme en una obesa mientras, palabra por palabra, le daba vida a la historia. "Ella se sabe gorda" es un relato que tuvo un encaminamiento muy especial. Cuando terminé de escribirlo, lo publiqué en mi blog y recibí comentarios de mujeres que habían tenido problemas con la bulimia y la anorexia. Me dijeron que había descrito con mucha pericia los días de sufrimiento de las muchachas que tienen este tipo de problemas. La historia cumplió su objetivo. Tocó la fibra más íntima de mis lectoras, y la más aguda de ellas me hizo notar algo interesante: el contraste que le había dado a la historia entre el párrafo del principio, que tiene una nota de esperanza, y el del final, que termina en un quejido desanimado. Ella me dijo que había logrado captar perfectamente la amarga frustración, tan pocas veces comentada pero tantas veces sufrida, de aquellos que van de dieta en dieta y esfuerzo en esfuerzo, sabiendo que todo es inútil, ya sea por su propia falta de constancia y entusiasmo o por la inevitabilidad de su constitución.
Sabes que la literatura canibaliza la realidad. La experiencia de vida ¿cuánto ha jugado, por ejemplo, en un cuento como Mi primera flaca?
Te confieso que mis cuentos más autobiográficos -"Descubriendo la secundaria" o "¿Conoces a Marcial Mena?", por citarte sólo dos ejemplos- han quedado relegados, es decir no forman parte del libro. Y no por una decisión mía; fue mi editor, Max Palacios, quien seleccionó sólo doce de los casi veinte relatos que tenía inicialmente mi manuscrito. Yo creo que esto no hace más que certificar aquella aseveración de Vargas Llosa acerca de las ficciones mejor logradas: el escritor cumple su cometido cuando, al leer la historia, le cuesta reconocerse en ella... le cuesta mucho, o simplemente no llega a reconocerse en ella. Yo canibalizo, me sirvo de la realidad, y empiezo a trastocarla en absolutamente todas mis historias (y "Mi primera flaca" no puede ser la excepción). El personaje juega a enamorarse de la hetaira que lo desvirga. ¿Eso me pasó a mí? Creo que mi respuesta carece de importancia. Me basta con decirte que te dejaría una lista muy larga si empiezo a recordar a toda la gente que alguna vez se ha enamorado de una puta (y la lista sería más larga aún si hablamos de la gente que se ha iniciado en un prostíbulo).
Desde tu punto de creador, ¿consideras a Todo comenzó en la universidad como el relato más ambicioso del conjunto? Es indefectible que estamos ante una novela corta.
Desde luego. En sus albores, "Todo comenzó en la Universidad" quiso ser una novela de largo aliento. Quise narrar dos historias alternas que, al final, se abrazarían en el último capítulo. Una historia estaría ambientada en Lima y la otra en Arequipa. No bien empecé a escribirla, me percaté de que tamaña empresa me iba a tomar demasiado tiempo. Dudaba, y si no dudaba, entonces me cuestionaba. ¿No era mejor, para un recién iniciado, empezar escribiendo relatos cortos?
Por esos días me encontré con una convocatoria para un concurso nacional de cuento organizado por la Universidad Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque. Ese concurso sacudió todas mis dudas, me despabiló. Estaba contra el tiempo, sólo me quedaba elaborar una novela corta y enviarla al concurso en cuestión. Así nació "Todo comenzó en la Universidad". Yo necesitaba con suma urgencia que alguien me dijera que tenía una pizca de talento. Por eso, las clases universitarias ocuparon un segundo plano, pues yo pasaba todo el día en mi habitación, perfilando mi historia. Apenas la terminé saqué tres copias que ese mismo día envié inmediatamente a Lambayeque, el original se quedaría conmigo. Temí que alguien en mi casa descubriera mi manuscrito: nadie podía leerlo. Para evitar que alguien me descubriera decidí robar uno de los títulos iniciales de "La ciudad y a los perros" a Vargas Llosa: "Los impostores". Y como autor puse -gran atrevimiento el mío- a Oswaldo Reynoso, quien, a la postre, sería, junto a Oscar Colchado, uno de los jurados del concurso.

La soledad es otro de los temas subyacentes en este libro. Este se hace notar con fuerza en el cuento que da título al volumen.
A veces la soledad es el mejor pretexto para ponerte cara a cara con tu propia infelicidad. Siempre digo que ese cuento es otro fallido intento por concebir la felicidad (sabiendo que es su eterna ausencia la que azuza mi pluma, la que me permite inventar historias). Lo cierto es que lo escribí de un tirón luego de encontrar un retazo de tela envuelto en un periódico viejo. Los dos primeros lectores del cuento reconocieron en él a un par de influencias que todavía no llego a percibir: Benedetti y Ribeyro. Luego lo compartí por correo electrónico con el Eduardo González Viaña y con Julio Ortega. A ambos les había gustado mucho mi relato. Fue una experiencia edificante: mi propia infelicidad me había permitido elaborar una historia digna de ser leída. Cada vez que la releo descubro un nuevo retazo... uno de esos retazos que necesito de cuando en cuando para soportar la realidad.

¿Apuestas por el minimalismo? Noto que tratas de condensar todas las acciones posibles en frases cortas y precisas.
No. Las etiquetas y las clasificaciones no me interesan en lo más mínimo. Soy uno de los convencidos de que el escritor debe apostar por una literatura que renuncie a todo tipo de taxonomías. Un objetivo harto difícil pero, al menos para mí, necesario. ¿Y qué pasa si me encasillan? No te queda otra que patear el tablero con la ayuda de tus nuevas producciones.
Apostar por una tendencia no es etiquetar, las taxonomías son otra cosa, sin embargo, me interesa mucho saber quiénes han sido los autores que de alguna manera han influido en este trabajo.

Me gustan Sábato, Loayza, Ribeyro, Benedetti, Coetzee y Camus; pero como lector me inicié con algo corto del Gabo y con una novela de Oswaldo. Con "El coronel no tiene quién le escriba" descubrí que la mierda -hablo de esa palabra y de su significado- puede convertirse en un final memorable, y con Reynoso empecé a dudar de Dios y también de lo que me decía mi madre acerca del sexo y del placer. No fue una experiencia muy grata el convencerme de que En octubre no hay milagros...pero, por suerte, sí hay orgasmos... y, si uno quiere, no sólo en octubre, sino todo el año.
Aunque en mis cuentos no se note -o quizá sí- creo que soy más hijo de El Rosquita que de Zavalita; pero la literatura de Mario Vargas Llosa me ha nutrido de un manera tan determinante que, para mí, no tiene parangón en mi panteón literario privado. Nunca voy a olvidar el día en que me enfrasqué, por primera vez, en la voraz lectura de un mastodonte vargasllosiano: "El pez en el agua", recuerdo que las páginas se agotaban irremisiblemente, pero las coincidencias crecían. Y llega un momento en que la admiración se agiganta tanto que se transmuta en un desbocado afán de peregrina emulación. Alberto Fuguet dice que él cree en las obras que le hicieron tener fe, que le hicieron creer que él también podía, que no estaba solo, que allá alguien afuera se parecía a él. Bueno pues, resumo todo en una oración: si hay alguien en el mundo que me hizo creer que yo también podía, ése es, sin duda alguna, Mario Vargas Llosa.
¿Qué tal la experiencia de publicar tu primer libro con Bizarro Ediciones?
Una experiencia altamente recomendable para todos aquellos autores noveles que buscan una nueva alternativa en la movida editorial limeña. El editor de Bizarro Ediciones, Max Palacios, es una persona que sabe hacer las cosas, y tiene un plus: antes que editor, es también un escritor que ya cuenta con varios libros en su haber, cosa importantísima. Te cuento que hace unos días atrás, Oswaldo Reynoso recibió uno de los primeros ejemplares de mi libro de cuentos, y lo primero que me dijo fue que la edición le pareció hermosa y que Max se merecía un gran reconocimiento. Y yo estoy totalmente de acuerdo.

¿Cuál es tu próximo proyecto narrativo?
Estoy intentando escribir un texto de largo aliento que provisionalmente he titulado "Todos somos mentiras". Pero la narrativa corta siempre me persigue, así que seguramente seguiré publicando cuentos, el último de ellos acaba de aparecer en un blog literario.

Wednesday, February 28, 2007

Presentación del libro



Bizarro Ediciones se complace en inaugurar la colección de Narrativa de su sello editorial invitándolos a la presentación de URGENTE: Necesito un retazo de felicidad, primer libro de cuentos de Orlando Mazeyra Guillén.
La presentación estará a cargo de los escritores Oswaldo Reynoso, Javier Arévalo y Max Palacios, editor de Bizarro Ediciones.
Fecha: Jueves 08 de marzo de 2007.
Hora: 7:00 P.M.
Lugar: JAZZ ZONE Av. La Paz 656 Pasaje El Suche MIRAFLORES (altura de la cuadra 4 de Alcanfores)
INGRESO LIBRE

Una aventura creativa

Muchas veces a la narrativa le hace falta lanzarse al vacío. No para acabar sus días, por supuesto; sino en un intento por el cual el sacrificio mismo se torna una arriesgada aventura creativa. Me atrevo a ubicar los cuentos de Orlando Mazeyra en esta línea. En ellos hay una permanente indagación por el lenguaje, el ritmo, las historias, etc. En fin, su narrativa parece movida por la insatisfacción, y eso se agradece.

Friday, February 02, 2007

2 x 1

¡Me gustó mucho tu relato! Es fresco, vivaz y tiene sentido Dramático.



URGENTE: necesito un retazo de felicidad me parece un cuento excelente.

El Señor de los Colmillos

Usted escribe muy bien. Felicitaciones. Me gustó especialmente URGENTE: necesito un retazo de felicidad, y no es que los demás estén mal. Como que con ese relato siento cierta afinidad. Cuestión muy subjetiva mía.

Bukowski & Miller

Me gusta el juego con la infancia en Mi primera flaca. Tus textos son crudos y sórdidos, me recuerdan un poco a Bukowski o a Miller.

José Antonio Galloso
Autor de Tres días para Mateo

Apuntes del editor

Con respecto al libro de Orlando Mazeyra Guillén podemos decir que se trata de un conjunto de doce relatos que agrupan una temática que oscila entre el realismo más descarnado y el absurdo desconcertante (…) Relatos que muestran, en esta primera entrega del autor, un dominio de la técnica narrativa y del lenguaje para contar historias de alto contenido dramático, sin perder la frescura y la espontaneidad.